UN MAR DULCE DE OLAS BLANCAS
Hay un porque para todo,
incluso para hacer lo contrario
a lo que sentimos aunque
el dolor nos invada
y nos llegue al alma.
Se que me perdí en
la soledad sin el
calor de un amor
en una tarde sigilosa
de un triste crepúsculo.
De mi caen lágrimas
sobre rosas rojas
las que hoy se desojan
de tristeza en un mar
dulce de olas blancas,
allí, adónde el corazón
está vacío y más
se siente el dolor.
Isidoro Ortega Contreras.